El actual y moderno templo es hoy lugar de reunión y visita por parte de miles de personas, siendo uno de los lugares más visitados de todo Aragón. Su construcción se realizó a pocos metros de la antigua ermita, origen de la devoción a la Virgen de Torreciudad.
La historia del nuevo santuario se remonta al año 1956. Movido por su amor a la Virgen, San Josemaría Escrivá de Balaguer quiso reavivar e intensificar el culto a Nuestra Señora de Torreciudad. Por otro lado, no quería que una devoción de nueve siglos pudiera perderse, cosa factible por la despoblación progresiva del territorio, sin olvidar la paz y la alegría que para muchas personas suponía el acudir a los sacramentos, así como la promoción social de la región entera. Un pequeño grupo de personas secundó esta iniciativa y pusieron en marcha las gestiones necesarias para levantar este santuario, que contó con la colaboración de gentes de todo el mundo. El arquitecto Heliodoro Dols Morell se encargó de la dirección de las obras, con la ayuda de los arquitectos Santiago Sols y Ramón Mondejar, que comenzaron en 1970 y terminaron cinco años más tarde, en el mes de julio de 1975, precisamente con el solemne funeral por San Josemaría, fallecido en Roma dos semanas antes.
Esta renovación del culto tiene su origen en un hecho que ocurrió en 1904. Cuando San Josemaría Escrivá tenía dos años, contrajo una grave enfermedad siendo desahuciado por los médicos. Su madre, Dolores Albás, rezó intensamente a la Virgen pidiendo la curación. El niño sanó, y días más tarde llevaban sus padres al niño, sorprendentemente recuperado, en peregrinación de agradecimiento a la Virgen de Torreciudad.
El conjunto de la explanada, el santuario y los edificios anexos, resultan una obra arquitectónica de singulares características. Con un estilo muy personal, este vanguardista santuario destaca por la variedad de formas que logra crear con un elemento básico, el ladrillo. Tiene la belleza de la conjunción de la sencillez y la sobriedad, y presenta una interpretación muy creativa de los elementos constructivos tradicionales de la zona, como son el ladrillo, la piedra, la teja árabe, el hierro forjado y el alabastro. Incluso pudo reutilizar muchos elementos arquitectónicos típicos del Altoaragón, como dinteles de puertas, zócalos y arcadas, que formaban parte de edificios en ruinas de los alrededores, supuestamente abandonados, y que fueron 'cedidos' al Patronato de Torreciudad para formar parte de la nueva construcción.
El santuario tiene dos plantas, la nave principal sin una sola columna en su interior, en la planta superior, que incluye un coro alto, y una cripta donde hay cuarenta confesionarios y cuatro capillas dedicadas a: la Virgen del Pilar, Nuestra Señora de Loreto, Nuestra Señora de Guadalupe y la Sagrada Familia. Sus imágenes están representadas en bellos mosaicos. Una torre rectiforme de treinta metros, eleva el campanario hacia las alturas.
El edificio queda enmarcado por la explanada, preparada para recibir a varios miles de personas. En la explanada se celebra la santa misa y otros actos de culto cuando el número de peregrinos es superior a la capacidad del templo. El altar al aire libre está situado en una tribuna elevada, junto al atrio de la iglesia. A la izquierda de este altar se encuentra una reproducción en bronce de la imagen de Nuestra Señora de Torreciudad, de mayor tamaño que la original situada en el retablo. A la derecha, hay una campana con una lápida cuyo texto recuerda la fundación del Opus Dei.
Los arcos de piedra, emparentados con los de algunas plazas de pueblos del entorno, abrazan la explanada y permiten ver las azules aguas del pantano de El Grado y las cumbres nevadas en el horizonte. Los ladrillos, un material muy humilde, dan a Torreciudad una dimensión muy familiar y humana que ayuda a los peregrinos a abrirse al silencio interior y a escuchar la voz divina. Entre los arcos, cuatro galerías recogen los veinte misterios del rosario: Gozosos, Luminosos, Dolorosos y Gloriosos, en cerámicas de José Alzuet, el mismo autor del Vía Crucis, con escenas entre rocas y olivos centenarios.
También los colores y los volúmenes del santuario están pensados para facilitar la integración con el entorno, de modo que, en general, la impresión que recibe el peregrino que llega al santuario no es de ruptura o contraste, sino de armonía y continuidad, incluso de paz espiritual. Para ello se da gran importancia el evitar la proliferación de otras construcciones que puedan quebrar visualmente esa armonía en el paisaje.
En el interior, todas las líneas de la nave única se orientan hacia el retablo, cuyo centro lo forman el sagrario y la antigua imagen de Nuestra Señora de Torreciudad. El retablo, realizado en alabastro policromado siguiendo la tradición local, y siendo un material fácil de labrar, es obra del escultor Joan Mayné i Torrás. El conjunto mide 14,50 m. de altura y 9,50 m. de anchura. Se inspira en los de estilo plateresco renacentista, característicos de Aragón y llamados retablos custodia por tener en el centro un óculo o ventana a través de la cual se ve el sagrario, de forma que todo el retablo sirve de custodia. Este fin eucarístico condiciona su decoración.
Sobre el óculo eucarístico, la Santísima Trinidad coronando a la Virgen. Debajo, Cristo clavado en la cruz y más abajo, la imagen de Nuestra Señora de Torreciudad, Reina de los Ángeles, en su camarín. A la izquierda se representan imágenes de los desposorios de la Virgen con San José, la anunciación del Ángel a María y la visitación de la Virgen a su prima Isabel. Y a la derecha, el nacimiento de Jesús y adoración de los pastores, la huída a Egipto y el taller de San José. Cada una de las ocho escenas, más el óculo eucarístico, pesan cinco toneladas.
Fuera del retablo, sobre una peana situada a la izquierda, hay una imagen de San Josemaría Escrivá de Balaguer que se colocó después de su beatificación ocurrida en mayo de 1992, como agradecimiento y para facilitar el culto público. La escultura está realizada también en alabastro por el mismo Juan Mayné, a escala más grande del tamaño natural. Aparece arrodillado, en actitud orante y revestido con una capa pluvial, en la que el santo mira hacia el retablo.
Destacan también el altar exento, obra de Juan Mayné, cuyo frontal representa la escena del Calvario, con figuras de marfil y esmaltes adosados, y el gran órgano con tres teclados manuales y 4.072 tubos.
'Torreciudad es un buen ejemplo de arquitectura que mueve a la contemplación, también al no creyente, porque se integra en el paisaje. Es un lugar especial que abre horizontes de meditación'. Estas palabras de Manuel Blasco, arquitecto navarro, podrían servir para resumir el resultado de los esfuerzos del Patronato de Torreciudad al plantear la construcción del santuario: los promotores no deseaban unos edificios que destacaran en medio del paisaje circundante sin comprenderlo ni respetarlo. Los inconvenientes para plantear un santuario de envergadura eran grandes: la lejanía de cualquier núcleo de población de cierto tamaño le privaba de una feligresía habitual; un sendero tortuoso y peligroso desde el pueblo de Bolturina era el único camino de acceso; no había luz ni agua corriente, y el Cinca corría por un profundo congosto de 80 metros. Por eso, el proyecto inicial consistió en una sencilla casa de convivencias junto a la antigua ermita.
Artículos y audioguías relativas al Santuario de Torreciudad:
- (I). Introducción.
- (II). Origen.
- (III). La antigua ermita.
- (IV). El templo.
- (V). El retablo.
- (VI). La imagen de Ntra. Señora.
- (VII). El órgano.
- (VIII). Sendero de los Dolores y Gozos de San José. (1ª parte).
- (IX). Sendero de los Dolores y Gozos de San José. (2ª parte).
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