Ermita Virgen de la Bella en Castejón del Puente

Ermita Virgen de la Bella en Castejón del Puente (Somontano, Huesca, Aragón, España)

La Bella, de Viella o Vella, puede significar 'la antigua', puesto que ya era venerada en tiempos de los godos, o referirse a la singular hermosura y belleza que tenía la imagen de la Virgen. Este antiguo santuario está situado al este del núcleo de Castejón del Puente, a poco más de un kilómetro de distancia, sobre una atalaya dominante del río Cinca.


Hay una teoría que sitúa su primitiva ubicación junto al puente, aguas arriba. Allí hubo capilla ya dedicada a la Virgen que sería trasladada por los templarios al extremo oriental del Monte del Castillo.

Se trata de una iglesia con planta rectangular rematada por un ábside, ya desaparecido; al interior subsiste la bóveda apuntada y sostenida por cinco arcos fajones de clara factura gótica. Obra de transición entre el románico y el gótico.

Unas arcuaciones ciegas en la parte del paramento que enlazaba ábside y nave, dicha decoración parece lombarda y coincidiría con una etapa anterior al resto de la nave. Lo cierto es que Jaime I, que había estado de niño en la ermita, dio estas tierras, antes que a los templarios a Alaón, monasterio ubicado en la ribagorzana localidad de Sopeira.

Al exterior tuvo una puerta al norte que comunicaría con el claustro, ubicado en el actual espacio ajardinado. Al otro lado estuvo la casa del santero. Sobre la ermita, en el punto más elevado por este lado del Monte Castillo, quedan restos de cimentación para una construcción cuadrangular, probablemente de un torreón que no faltaba en las casas templarias. Tampoco faltó el recinto murado que aún se puede ver, a pesar de haber perdido bastante altura.

La iglesia fue reajustada en la cabecera y a los pies. El testero semicircular acabó sucumbiendo en una reforma dieciochesca que creó un nuevo altar de la Virgen con camarín y deambulatorio por detrás para besar la imagen (hoy el presbiterio ha recuperado su aspecto original). Más recientemente se realizó una vidriera que aún subsiste. A los pies también se habilitó un nuevo espacio para instalar el preceptivo coro, tras las reformas tridentinas. Afortunadamente, por este lado la obra no fue tan funesta y se salvó la portada de medio punto con tres arquivoltas que debió enmarcarse por guardapolvo, a juzgar por la huella que queda en la fachada. La segunda arcada descansa sobre capiteles de decoración sencilla y estos sobre fustes semicirculares con pequeñas basas. Sólo es original el de la derecha que contiene una fina lacería. El otro tuvo que ser repuesto.

Esta portada tuvo atrio que fue desmontado para que al menos se pudiera ver este último resto románico. El atrio sirvió de refugio y tenía bancos corridos al interior.

La sillería es buena y tan bien asentada que a veces da sensación de no tener argamasa. Va toda con marcas de cantero. Desde las dependencias contiguas se pueden ver unos tres labrados. El vaciado del material de relleno entre contrafuertes y arcos, produjo un desajuste de los arcos fajones que empezaron a abrirse y tuvieron que sujetarse mediante tirantes de acero. Hoy se han edificado contrafuertes de cemento que detienen la apertura de los muros.

El interior ha sido restaurado, en el muro meridional, hasta hace poco, aún se podían observar los sillares chamuscados en el incendio de 1896. El resto de las paredes estaban provistas de una recia capa de estuco que ha sido retirada. En el muro sur, sobre una de las pilastras, han aparecido restos de pintura mural de la época en que se levantó el templo (siglo XIII), la imagen de más abajo parece una estampa jacobea con un cielo estrellado de fondo y un santo o virgen con aureola.

Las actuaciones que se han efectuado en la iglesia, anejos y entorno dieron como resultado el hallazgo de restos de construcción romana y aljibes de esa época. Es posible que aquí hubiera un castro romano que controlara el tránsito en la vía Ilerda-Osca por el puente sobre el río Cinca, y cuya guarnición se encargaría de proteger el tramo de calzada de bandidos.

Cuenta la leyenda que durante la invasión musulmana se escondió una talla románica de la Virgen para protegerla. En el año 1089, se reconquista Castejón del Puente, a la vez que Monzón. Una noche, un pastor llamado Domingo Rivera vio una luz que resplandecía junto al templo. Fue al pueblo para avisar a los vecinos, que picaron donde estaba la luz y encontraron la talla original.

La llegada de los templarios, tras las dos conquistas aragonesas de estas tierras y un período de dominación señorial mediante tenentes, supuso la edificación de un monasterio o casa templaria que sigue los mismos cánones que otras de las órdenes militares en la Comarca del Somontano, como por ejemplo en la Virgen del Treviño en Adahuesca.

Y así, durante más de tres siglos, esta ermita se convirtió en la parroquia, hasta que en 1562 surge la nueva iglesia dedicada a la Asunción, y nuestra ermita pasa a llamarse la vieja o La Bella.

Hubo aquí también ermitaño que cuidaba del templo, limpiaba, mantenía las lámparas y hacía el toque de las campanas. A cambio podía recoger limosnas y cultivar algunos trozos de tierra propiedad de la ermita que fueron desamortizados en el siglo XIX, pasando a engrosar el patrimonio de los más acaudalados.

Parece ser que el rey Felipe II vino a curarse la gota. Se hospedaba en casa del señor de Ballabriga. Se conserva un cuadro como memoria del suceso donde aparece el rey besando a la Virgen.

Felipe IV se resguardó aquí en su viaje durante la Guerra de Cataluña, hacia 1640.

Al comienzo del siglo XVIII cuando se declara la Guerra de Sucesión, se refugian aquí algunos sacerdotes de los pueblos cercanos. Aprovechan la estancia para crear una congregación de misionistas al frente de la cual está el cura de Monesma de San Juan: Francisco Ferrer. Esta iniciativa sería el embrión del seminario de Barbastro que en 1723 regentaban los Padres de San Felipe Neri. El seminario creció y se fue a la capital episcopal. El hueco lo llenaron los Padres Paúles entre 1752 y 1759, que también acabaron buscando casa en Barbastro.

Luego se creó un beneficio para sustentar a un prior que cuidara de los oficios religiosos en la ermita y siguió funcionando como aneja y capellanía de la colegial, teniendo un sacerdote que, allá por 1840, era también el maestro de la escuela. Cuentan que un rico de Barbastro hizo una importante donación para este santuario, con el dinero se intentó levantar un gran edificio anejo, moviéndose los cimientos de la ermita, lo que provocó una penosa restauración que hoy en día ha sido corregida.

En tiempos de López Novoa tenía La Bella dos altares, además del de la titular, el de San Antonio de Padua y el del Salvador, con pinturas de singular mérito. Aquí se veneraba también el crucifijo que los Padres de San Vicente de Paúl llevaban en sus misiones.

El 24 de Octubre de 1896 un casual incendio invadió el Santuario, siendo imposible impedir que el fuego abrasase la imagen y parte del pedestal. El día 2 de Noviembre el obispo de Barbastro visitó el pueblo y 'examinó detenidamente los desperfectos causados y acordó con el pueblo restaurar en breve la antigua imagen y capilla'. Realmente no se restauró la imagen de la virgen de la Bella sino que se realizó una nueva, ya que solamente quedo sin quemar un dedo que se guardó en un precioso relicario de plata desaparecido junto con la nueva imagen en la contienda civil española de 1936.

Las fiestas más señaladas que tenían lugar en esta ermita eran para septiembre. El 8 de septiembre, día de la Natividad de la Virgen, estaba ya instituido como día festivo de Castejón en el siglo XVI. En ese día se iba a la ermita cantando los gozos, se hacía la misa y se repartía caridad, pan primero, y últimamente tortas bendecidas.

Otro día importante es el 25 de marzo, día de la Encarnación o Virgen crespillera, fiesta pequeña que duraba dos días. Las mozas cantaban en la misa mayor, luego se organizaba la venta de pasteles y el baile. El postre típico en esa fecha son los crespillos, tan interesantes para el turismo gastronómico.

En Pascua de Resurrección también se venía a la ermita en procesión. Durante la Semana Santa se celebraba el vía crucis que transcurría por el camino que separa la parroquial de La Bella. En la piedra se incrustaban las cruces de las diferentes estaciones y al final estaban las tres representando el Calvario. Todas fueron derribadas durante la Guerra del 36, sólo quedan los fundamentos donde asentaban.

En el trayecto estaba la cruz de San Pedro de Mártir, 29 de abril, desde donde se bendecían los términos, esta cruz desapareció hace muchos años y la fecha de bendición se llevó al 3 de mayo, fiesta de la Santa Cruz. También recuerdan, debajo de la ermita, la Piedra del Pan pero no se recuerda el por qué de ese nombre y, en el trayecto de la ermita al pueblo, otra piedra conocida como la cama de los novios marcada en el camino. Probablemente relacionada con cultos de fertilidad. Tras la celebración del matrimonio y para que este fuera fructífero, se visitaba.

Muchas gentes venían hasta aquí para reclamar la protección de la imagen, sobre todo en las gestaciones y en los nacimientos, llevándose un viejo manto que se ponía encima de la sábana durante el parto, también cogían aceite de la lámpara que en caso de apuro servía para aplicarlo sobre el vientre haciendo la señal de la cruz.

Los autores eclesiásticos que han escrito sobre los poderes milagrosos de la imagen dicen que cura del pecado interior, quizá se refieran a las crisis de fe. Lo cierto es que se atribuyen a esta imagen, dos veces destruida y sobre cuyo rostro según creencia popular no se pone el polvo, innumerables milagros. Dos de estos, acaecidos no hace muchos años, se recuerdan bien:

El primero aconteció en 1872 a una montisonense llamada Isidora Gudel que privada de la vista y desahuciada por un par de médicos, vino a la ermita, se untó con el aceite de la lámpara, oró y al estar besando la efigie mariana en el camarín recobró la vista.

En 1932 a la vecina de Castejón, Teresa Serrablo, se le detuvo el proceso del parto y no podía dar a luz. En tal situación sólo cabía la muerte, por lo que se le administraron los santos óleos. Cuentan que entonces se encomendó a la Virgen y parió un niño muerto, aunque el milagro fue que ella se salvó.

Así es como la fe popular ha ido consagrando la costumbre de cuando nace un niño se iba a la Bella para dar gracias a la Virgen y para la purificación de la madre.

La imagen primitiva viene descrita en la obra recopilatoria del padre Faci: sedente, con la mano izquierda sostenía al niño con el orbe y en la derecha llevaba una azucena, atributo de la pureza y virginidad. Quemada en 1896, como se ha dicho, se incluyó un resto que quedó de la escultura en la que se hizo nueva. Esta acabó en la hoguera en el 36 y la actual, guardada en la capilla del Ayuntamiento, se traslada en la fiesta de septiembre a la parroquial, donde preside los actos religiosos.


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1 comentarios:

descubre.somontano dijo...

La Bella, de Viella o Vella, puede significar 'la antigua', puesto que ya era venerada en tiempos de los godos, o referirse a la singular hermosura y belleza que tenía la imagen de la Virgen. Este antiguo santuario está situado al este del núcleo de Castejón del Puente, a poco más de un kilómetro de distancia, sobre una atalaya dominante del río Cinca. Anteriormente pudo haber sido un templo romano dedicado a una diosa de la fertilidad.