Santuario de Torreciudad (V): El Retablo

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El Retablo del Santuario de Torreciudad (Somontano, Huesca, Aragón, España)

Todas las líneas del interior del templo, distribuidas en la única nave, se orientan hacia el retablo, cuyo centro lo forma el sagrario y la antigua imagen de Nuestra Señora de Torreciudad, del mismo modo, la imagen principal de cada escena, la Virgen, mira al centro del retablo donde está el óculo eucarístico.


Destaca también el altar cara al pueblo cuyo frontal representa la escena del Calvario, y es obra del escultor Joan Mayné i Torras.

El crucifijo y los candeleros del altar mayor han sido realizados por Xavier Corberó en latón con figuras de marfil y esmaltes adosados.

El retablo se inspira en los de estilo plateresco renacentista, característicos de Aragón, y llamados retablos-custodia por tener en el centro un óculo a través del cual se ve el sagrario, de forma que todo el retablo sirve de custodia, este fin eucarístico determina su decoración. El centro del conjunto lo constituye el sagrario, donde está reservado el Santísimo Sacramento. El marco del óculo presenta los símbolos eucarísticos del trigo y las vides, además tres ángeles en reverencia en la eucarística mientras un cuarto invita a los presentes a adorar al Santísimo.

El camarín guarda la imagen del Nuestra Señora de Torreciudad, reina de los ángeles, es una talla de madera de álamo de estilo románico arcaico, que presenta una sensación de bloque compacto, con fuerte bizantinismo que parece dar vida a la obra. El arquitecto que dirigió los trabajos de restauración de esta talla de la Virgen fue Manuel González-Simancas Lacasa. El marco del camerín tiene en la clave una cantera con la rosa, símbolo de María, y en los laterales unos ángeles y en la parte inferior unos ramos de rosas.

Componen el retablo ocho escenas de la vida de la Virgen María que siguen los criterios iconográficos clásicos.

En los desposorios de María con José, éste pone a la Virgen el anillo nupcial, realizado tras fundir alianzas de matrimonios donadas para este fin, mientras el sumo sacerdote bendice la unión. Los padres de María, San Joaquín y Santa Ana, presencian atentos la escena que se desarrolla en el atrio del templo de Jerusalem, insinuado al fondo.

En la Anunciación, la madre de Dios escucha con recogimiento el mensaje del arcańgel San Gabriel, la acción del Espíritu Santo, que no se puede explicar con palabras, representado en forma de paloma, se simboliza en los rayos dirigidos hacia la Virgen.

Debajo, la Visitación de María a su prima Santa Isabel. Su juventud contrasta con la edad avanzada de su prima, que se inclina en reverencia ante la madre del Salvador, a la vez que inicia el abrazo de salutación reteniendo dulcemente a su prima. San José y el anciano Zacarías contemplan atentos la escena.

Jesús, en el rezago de su madre, es adorado por dos pastores en presencia de San José. Unos ángeles sostienen la cartela, o tarjeta que sirve para enmarcar la inscripción del Gloria, y al fondo la mula y el buey contemplan el cuadro del portal de Belén.

En la huida a Egipto se aprecia una mirada de preocupación entre María y José acerca de la protección del niño, que reposa dormido en los brazos de su madre. Cierra la escena un ángel que señala al santo patriarca el camino que debe seguir.

En el taller de Nazaret, Jesús ayuda a San José en su trabajo, el trono del hogar se acentúa con el gesto sencillo de María que interrumpe sus labores y presta atención al dialogo entre San José y el niño. Las herramientas de carpintero de José están esbozadas en el fondo de la habitación.

Entre el camarín de la Virgen y el óculo eucarístico se sitúa la escena de la Crucifixión del Señor. María y San Juan lo contemplan amorosamente, y enfrente el centurión reconoce la divinidad de Jesucristo. Contemplan el cuadro dos soldados, uno de segundo término y otro sentado con la túnica del Señor. Detrás de la cruz, unas nubes y la policromía oscura recuerdan como hasta la naturaleza se conmovió ante la muerte del Verbo hecho hombre.

Por fin, sobre el óculo, la Coronación de la Virgen, reina de los cielos y de la tierra, el Padre con el mundo en la mano izquierda, Jesús con la cruz redentora, y el Espíritu Santo en forma de paloma, coronan a Santa María, joven y de luminosa y sencilla figura, a sus pies, cuatro querubines, guardianes de la gloria de Dios.

Los montantes que separan las escenas del retablo están decorados con rosas y espinas, cardos y estrellas, para mostrar las alegrías y dificultades propias de la lucha ascética. Sobre los montantes se encuentran ocho imágenes sostenidas por otras tantas ménsulas, donde figuran símbolos tomados de las parábolas del evangelio, de la predicación cristiana o de ejemplos utilizados por el fundador del Opus Dei en sus escritos y homilías.

En primer lugar, Santo Tomás Moro, sobre una base con la figura bíblica de la ciudad amurallada. Tomás Moro fue un pensador, teólogo, político, humanista y escritor inglés, que fue además poeta, traductor, canciller de Enrique VIII, profesor de leyes, juez de negocios civiles y abogado. En 1535 fue enjuiciado por orden del rey Enrique VIII, acusado de alta traición por no prestar el juramento antipapista frente al surgimiento de la Iglesia Anglicana, ni aceptar el Acta de Supremacía. Fue declarado culpable y recibió condena. Permaneció en prisión hasta ser decapitado el 6 de julio de ese mismo año. En 1935 fue canonizado por la iglesia católica, quien lo considera un santo y mártir.

El Papa San Pío X, y el apoyo muestra a un campesino que pincha los higos para aumentar su dulzor, símbolo de la fortaleza en el apostolado. Pío X gobernó la Iglesia Católica con mano firme en una época en que ésta se enfrentaba a un laicismo muy fuerte así como a numerosas tendencias del modernismo en los campos de los estudios bíblicos y la teología. Introdujo grandes reformas en la liturgia y facilitó la participación del pueblo en la celebración Eucarística. Permitió la práctica de la comunión frecuente y fomentó el acceso de los niños a la Eucaristía. Promovió mucho el estudio del catecismo y ordenó la confección del Código de Derecho Canónico para reunir y unificar la legislación eclesiástica hasta entonces dispersa.

San Nicolás de Bari, y en la ménsula, o pequeño saliente que sirve de apoyo, el sembrador de la palabra del Nuevo Testamento. Nicolás de Bari, al morir sus padres, repartió toda su fortuna entre los pobres y se fue a vivir a Myra (Anatolia, actualmente Turquía), donde sería consagrado obispo de una forma muy curiosa. Dice la leyenda que varios sacerdotes y obispos se encontraban discutiendo sobre quién sería el futuro obispo, pues el anterior había fallecido. Al no ponerse de acuerdo se decidió que fuera el próximo sacerdote que entrase en el templo que casualmente fue Nicolás de Bari. Fue preso por un decreto del emperador Licinio contra los cristianos por el que fue encarcelado y su barba quemada, siendo liberado por el emperador Constantino. Participó en el Concilio de Nicea, condenando las doctrinas de Arrio, quien se negaba a admitir el dogma de la divinidad de Cristo. A pesar de ser anciano, seguía viajando, evangelizando y entregando juguetes a los niños para recordar a todos que en Navidad recibimos el mejor de los regalos a través de Cristo, la esperanza de la Salvación Eterna. Sus restos descansan en la ciudad portuaria italiana de Bari pues allí fueron a dar después que fueron retirados de Turquía tras la invasión musulmana.

San Juan María Vianney, cura de Ars, y en el soporte, el buen pastor curando la oveja herida. La principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él de otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas partes de Francia, y finalmente de otros países. Durante los últimos diez años de su vida, pasó de dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. En 1855, el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año. Las personas más distinguidas visitaban Ars con la finalidad de ver al cura y oír su enseñanza cotidiana.

La serie inferior comienza con San Gabriel, y en su base un asno cargado con piedras preciosas representa la humilde condición del hombre.

San Miguel, y en la ménsula, una madre que da el alimento a sus hijos tomándolo de un único puchero.

San Pedro, y en su apoyo, un niño ayuda a unos pescadores a tirar de la red, significando como la condescendencia y el amor de Dios cuentan con la pequeñez del esfuerzo humano.

Finalmente, San Pablo, en cuyo soporte encontramos un águila, signo de la visión católica y universal, mientras un ave de corral lo es de la estrechez de miras.

El retablo está enmarcado en su perímetro interior por una cadena de 28 metros con gruesos eslabones, figura de la unidad y del apostolado. La decoración del marco la componen árboles que extienden por el cerco sus ramas cuajadas de hojas y frutos, esta idea en la iconografía clásica representa la plenitud y eficacia de la vida cristiana.

En la parte alta, unos ángeles sostienen el escudo de Torreciudad.

En los laterales aparecen los escudos de los apellidos del fundador del Opus Dei: Escrivá de Balaguer, Albás, Corzán y Blanc; que el Patronato de Torrecidad quiso poner como homenaje y agradecimiento a Monseñor Escrivá de Balaguer.

En la parte inferior del marco, junto a los árboles que originan la decoración, el arcángel San Rafael a la izquierda y el evangelista San Juan a la derecha. El retablo se apoya sobre un basamento al que está adosada la sillería. En el pilar de la izquierda, un ángel custodio sostiene una cruz que está inscrita en el mundo, en la ménsula, figura un burrito de noria que representa la eficacia sobrenatural del trabajo humilde y constante.

En el pilar de la derecha, Santa Catalina de Siena con un libro y una pluma de escribir, y en el apoyo, una pata con sus crías que aprender a nadar nadando, imagen de la audacia del apostolado. Catalina desde temprana edad mostró su gusto por la soledad y la oración, y siendo niña todavía, a la edad de siete años, se consagró a la mortificación e hizo voto de castidad. A los doce años sus inadvertidos padres comenzaron a hacerle planes de matrimonio, pero ella reaccionó cortándose todo su cabello y encerrándose, con un velo sobre su cabeza. Con objeto de persuadirla, sus padres la obligaron a realizar fatigosas tareas domésticas, sin embargo Catalina se encerró más en sí misma, aún más convencida. Sólo un evento inusual, una paloma que se posó en la cabeza de Catalina mientras oraba, convenció a sus padres de la sincera vocación de su hija.

La sillería tiene en el medallón del dosel de la presidencia la figura evangélica del pastor que defiende un cordero del ataque del lobo. Los respaldos de la sillería presentan los títulos y símbolos de advocaciones de la Virgen. En el centro, reina de los ángeles. En los laterales: Torre de oro, Estrella del mar, Torre de la ciudad, Estrella de Oriente, Torre de David y Estrella de la mañana.

Artículos y audioguías relativas al Santuario de Torreciudad:

- (I). Introducción.
- (II). Origen.
- (III). La antigua ermita.
- (IV). El templo.
- (V). El retablo.
- (VI). La imagen de Ntra. Señora.
- (VII). El órgano.
- (VIII). Sendero de los Dolores y Gozos de San José. (1ª parte).
- (IX). Sendero de los Dolores y Gozos de San José. (2ª parte).


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